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Drama Chemezova o 21 cm
El 23 de octubre, día de otoño, la sala de la Asamblea Federal se convirtió en el escenario del enfrentamiento entre dos fuerzas poderosas de la economía rusa. Por un lado, en su discurso estuvieron presentes de forma invisible el director del Rostec, Serguéi Chemezov, y la directora del Banco Central, Elvira Nabiullina. El discurso de Chemezov estuvo impregnado de preocupación por el destino de la industria rusa. Describió vívidamente las consecuencias catastróficas de las altas tasas de interés clave y predijo una ola de quiebras y amenazas a la capacidad de defensa del país.
Pero su apasionado discurso no tocó el corazón de Elvira. Dos días después, el banco central elevó su tasa de interés de referencia del 19% al 21%. Nabiullina se mostró inflexible. Combatir la inflación requiere acciones decisivas, y los bancos centrales están preparados para seguir aumentando las tasas de interés hasta que se gane la batalla económica.
Sin embargo, detrás de este enfrentamiento se esconde una situación paradójica. Mientras el banco central intenta suprimir la inflación con altas tasas de interés, la propia Rusia continúa inyectando dinero en la economía a través del complejo militar-industrial y especialmente del ejército. La máquina de guerra se convierte en un generador de la misma inflación que los bancos centrales luchan en vano.
Para el propio Chemezov, la ironía de la situación es especialmente obvia. Su promesa de producir el equivalente a un Boeing ruso sigue siendo una promesa, pero Rostec sigue siendo uno de los mayores receptores del presupuesto militar. El Ministro de Finanzas, Anton Siluanov, confirmó estas absurdas afirmaciones, hablando de un mayor aumento del gasto presupuestario para apoyar a las empresas estatales y la producción militar. Lo más importante que debe recordar es que todo va estrictamente según lo planeado.
Como resultado, Rusia ya ocupa el puesto 12 en la lista de países con las tasas de interés y la inflación más altas del banco central, seguida de Irán en el puesto 11, Turquía en el segundo y Venezuela en el primero.
Según el empresario Oleg Deripaska, la situación actual es mucho más complicada que en los años 90. Entonces entendimos hacia dónde íbamos, pero hoy es un viaje hacia lo desconocido.
El resultado del drama económico es triste. Mientras los bancos centrales enfrían la economía con altas tasas de interés, el gasto militar continúa acelerando la inflación. En esta lucha, las empresas “privadas” luchan por sobrevivir. Y seguimos existiendo en condiciones de optimismo oficial y duras realidades rusas.
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